El sábado llegamos al servicio a las 9:00 AM, mamá, mi tía Mely y yo; al ingresar a la sala, las flores que nos habían hecho llegar el día anterior inundaban con su aroma el lugar. Era sutil.
Le preguntamos a la persona que nos condujo la sala algunos detalles de los tiempos, los horarios y de forma muy amable respondió a nuestras inquietudes. Reiteró su disposición para resolver cualquier duda. Le indicamos la disposición de los arreglos florales que no retiraríamos al terminar la ceremonia y se retiró.
Moví algunas sillas, nos sentamos a platicar. Hubo de mi parte cerca de 7 intentos de hacerme una trenza y fracasé por completo ante la rebeldía de mi cabello y la significativa pérdida de los mismos enredados entre mis dedos.
Desistí. Me senté en el piso en el espacio entre mi mamá y mi tía.
Me acerqué a verlo de nuevo, poniendo ambas palmas en el note de la ventanilla de cristal. Quise estudiarlo, buscar la cicatriz del lado izquierdo de su rostro de aquel accidente que casi lo deja sin ojo. Las arrugas disimulaban muy bien porque por más que lo intenté, no pude verla con claridad. Mi memoria dibujaba eso aunque no podía distinguirla con mi mirada. Traté de exhalar muy bajito "Unexpected, promises woven" y no pude. Las palabras salieron a menos de la mitad. Entendí que era un mal momento para cantar porque aunque esas líneas me tranquilizan, estaban tomando mucha fuerza adentro de mi pecho. Temblaba.
Empezó a llegar la gente. El primer visitante fue con mi mamá, su amigo el profe. Algunos minutos más tarde llegaron los compadres. Nos llevaron gorditas para que comiéramos algo. Agradecí el gesto de corazón. Hablé más con la comadre porque me compartió su experiencia de pérdida paterna dos años atrás y a pesar de que se veía algo inquieto, mi compadre me dedicaba algunas miradas silenciosas pero reconfortantes, su sonrisa era como recibir un apapacho. En medio de la plática, ofrecí disculpas para ver la hora porque no llegaban los demás. 10:46 AM.
Me quedé tiesa. Me cayó el veinte de que faltaban menos de diez minutos para que la misa empezara, sollozé. Me levanté a ver a través del cristal una vez más. Salí rápido de la sala, fui al baño a mojarme la cara.
Más gente había llegado a la sala, seguía sin ver al resto. Empecé a preocuparme por mi hermana. Sin embargo, sabía que estaba en buenas manos. Dayna e Isabel habían llegado, las saludé; mientras la abrazaba muy fuerte, le solté en un sollozo el oído a Dayna "ya casi se lo llevan, ya mero es hora".
Lupita Gutiérrez nos avisó que el padre ya había llegado.
Fui nuevamente a verlo. Empecé a repetir en mi cabeza como si fuera un mantra (nuevamente) los primeros versos de Unexpected de Hyde, sin abrir la boca, escuchando la melodía de memoria.
Fui casi corriendo al baño y cuando regresé todos los asistentes habían desalojado la sala. Estaban ya dentro de la capilla. Recogí mi bolsa y mi abrigo, me senté a ver como los empleados del recinto estaban preparando todo para trasladar el ataúd hacia la capilla. Observé en silencio sus maniobras, calculadas. Se comunicaban bajito pero firmes. Bajaron la ventanilla primero para cerrarla, movieron el ataúd a una base móvil, lo cubrieron con una tela aterciopelada en color vino con bordes dorados y colocaron nuevamente el arreglo floral que habían llevado Lupita y Víctor Gutiérrez.
Eran dos personas. Se dispusieron a salir de la sala, conduciendo la base con cuidado. Tomé una rosa blanca del arreglo floral que le hicieron llegar a mi hermana sus compañeros y amigos del trabajo. Salí caminando detrás del ataúd. Decidí hacerlo porque quería entrar detrás de él.
Hicimos una pausa fuera de la capilla por orden del padre. Roció el ataúd con agua bendita y recibieron la orden de entrar. Caminé detrás del ataúd hasta que encontré en la primera fila a mi tía y a mi mamá.
Las bancas estaban llenas. No quise en ningún momento del trayecto de caminar detrás de mi papá, desviar mi mirada para divisar a los asistentes, sin embargo, seguía sin ver a mi hermana.
La ceremonia transcurrió de forma muy natural, la sentí leve. Durante el acto de "dar la paz" tuve una duda muy profunda, después de que Isabel se acercó a abrazarme muy fuerte mientras me decía que mi papá ya estaba en la luz del amor de Dios, la externé a mi tía mientras nos abrazamos. Pregunté ¿cómo los judíos se despiden de sus personas amadas? Sentí a mi tía suspirar muy profundo y me contestó "ahorita te digo".
Después de que el padre mencionara que la partida del mundo terrenal de mi progenitor había sido en una época muy linda del calendario litúrgico, el inicio del adviento, habló de la luz. Del gozo divino de disfrutar de esa luz reconfortante y eterna que ofrece la versión de su salvador.
No me juzguen. Siempre cuestioné muchas cosas sobre la religión católica y sus fanáticos aleluyas (como solía llamarlos mi papá). Sin embargo me quedé con esto de la luz en la cabeza.
Terminó la ceremonia, el padre se retiró y mientras el chico encargado de entonar los cantos de acompañamiento sonaba de fondo, se escuchaban los murmullos de la gente que se dirigían a mi mamá y de la nada, vi caminar por mi lado izquierdo a mi hermana. Se acurrucó en el suelo aferrando su mano derecha a la base rodante de acero sobre la que estaba colocado el ataúd.
Un empleado del servicio pasó al frente y nos informó que nos dejaría nuevamente abierta la ventanilla para darnos unos minutos para poder despedirnos.
Caminé hacia mi hermana, me arrodille a su lado y la abracé mientras llorábamos, yo viéndola a ella con el corazón apachurrado. Me preguntó si traía mi celular. Afirmé. Me pidió por favor ponerle a mi papá Space Lion de Yoko Kanno. Asentí. Me levanté sin decir nada mientras la gente seguía acercándose a mi mamá y mi tía, algunos de nuestros amigos en común estaban cerca sin intervenir observando la escena. Tomé el celular, mientras caminaba de regreso a sonde estaba mi hermana, lo desbloquée y busqué la melodía. Le puse play y le entregué el teléfono subiendo todo el volumen, sin ser casi consciente de que el chico todavía seguía entonando un canto. Me dijo que ella ya no quería verlo.
Yo si me levanté porque dentro de mi cabeza, un telón pesado estaba empezando a descender lentamente sobre la escena y dije "necesito decirle adiós". Me levanté y volví a colocar nuevamente ambas palmas de mis manos de forma simultánea al borde del al ataúd a la altura de la ventanilla después de haber hecho la seña de presentar respetos frente a un capitán.
El saxofón de Space Lion inundó de repente la capilla, justo en el segundo exacto en que el intérprete había terminado su canción. Se me atoró un sollozo en el pecho. Dolió.
Esa fue la forma en la que empezó mi despedida. Se me doblaron las rodillas y temblé. Volví a verlo. Observé por última vez su cabello, sus cejas, la forma de sus ojos, sus pestañas, la forma de su nariz. La mueca de su boca. Una media sonrisa (más baja de su lado derecho) que me dio ese último aire apacible. Observé sus manos. Mientras hacía este examen visual, se acercó mi tía y empezó a decirme "Nosotros (los judíos) sólo agradecemos. Por la vida de la persona, por sus acciones, por haberlo conocido".
Se acercaron nuevamente a abrazarme Dayna, Nancy y Poncho, Jacob, Ángel. Mi compadre Mayito se arrodilló y abrazó muy fuerte a mi hermana rodeándola por la espalda mientras sujetaba mi mano izquierda muy fuerte y nos decía que coincidía en opinión con el padre, que él estaba seguro de que mi papá ya estaba en la luz del Señor. Que nos querían mucho y que estaban para lo que se necesitara.
Jacob me dijo que cuando termináramos nuestro momento privado, volvería para abrazarnos (insistió mucho en soltarlo todo porque nos estábamos conteniendo). No me quise poner a discutir con él.
Mientras yo estaba con Nancy y Poncho, vi entrar nuevamente al empleado del servicio. Tuve que decirle a mi hermana que era hora. Maní se levantó y justo cuando el muchacho iba a bajar la ventanilla del ataúd, ella puso ambas manos para tocarlo y lo vio por última vez. Empezó a llorar, la abracé por la espalda y la alejé del cajón para que el empleado pudiera hacer su trabajo...
Después de los coros de Mai Yamane difuminándose, pausé la reproducción a dos segundos de terminar. Levantamos a mi hermana entre Arturo y yo, y vimos a los empleados alejarse con el ataúd. Me quedé con ganas de salir caminando detrás de él para tener el cierre perfecto. No sucedió.
Después de verlos salir, volví a mirar a los amigos, que seguían esperando a que nos turnáramos para los abrazos de despedida. Dayna me dijo preocupada "ya te iba a ir a buscar, pensé que no ibas a entrar, hasta que te vi caminar detrás de él". Sonreí, chueco y sin ganas, como a veces hacia mi papá. Se despidió, esperando vernos antes de nuestra partida de la ciudad.
Poncho y Nancy me abrazaron entre loa dos al mismo tiempo, me reiteraron su apoyo, moral y Nancy dijo "con confianza Dianita, si necesitan dinero, ahí está el Poncho que tiene su aguinaldo"; nos reímos. Voltée a verlo y le dije "¿a poco no se escuchó bien épico?. Me dedicó una mirada de aprobación como diciendo "se la bañaron". Preguntó Nancy "oye, ¿y aquí uno se sale o vienen y lo sacan?". Le contesté "no sé, siempre espectador, nunca protagonista". Poncho puso de cara de trágarme tierra. Y nos reímos mientras Nancy me decía "mensa". Se despidieron después de que saludé brevemente a Fátima y Tabatha.
Paciente, Ángel esperó hasta el final para abrazarnos a mi hermana y a mi, extender nuevamente su apoyo moral y le agradecí por estar presente, por su amistad y su calidez humana. Se disculpó por la ausencia de Alicia.
Salimos de la capilla, y nos acompañó hasta el estacionamiento donde nos despidió con cariño, después de haber tomado algunas flores sueltas de los arreglos que dejamos en la sala.
Los arreglos florales que mamá eligió llevar a casa ya estaban en la cajuela del auto, las cajas de unicel con las gorditas que nos regalaron, los refrescos y todos los abrigos atiborrados.
Volvimos a casa...
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