Do not fear death.
Death is always at our side.
When we show fear, it jumps at us faster than light.
But, if we do not show fear, it casts its eye upon us gently and then guides us... into infinity
(Cowboy Bebop)
Do not fear death.
Death is always at our side.
When we show fear, it jumps at us faster than light.
But, if we do not show fear, it casts its eye upon us gently and then guides us... into infinity
(Cowboy Bebop)
Thoughts of you bring me back
To times I thought we'd always have
Who knew the world could spin so fast?
I didn't
I write letters to you in my head
Things we did and the things we said
Today I heard someone say your name again
In your hopes and dreams
In your memories
In the songs we sing
In the ones we leave
We carry on
Where no one is ever gone
No one is ever gone
No one is ever gone
In your hopes and dreams
In your memories
No one is ever gone
I think about a better place
And learn to live with the heartache
Between the nights and days that wash away
And every time I think of you
I feel you in the things I do
With every step, you're in my every breath
In your hopes and dreams
In your memories
In the songs we sing
In the ones we leave
We carry on
Where no one is ever gone
No one is ever gone
No one is ever gone
In your hopes and dreams
In your memories
No one is ever gone
I don't wanna keep going on without you
Grow around the pain if I have to
So I make a space inside my heart
Where no one is ever gone
In your hopes and dreams
In your memories
In the songs we sing
In the ones we leave
We carry on
Where no one is ever gone
In your hopes and dreams
In your memories (no one is ever gone)
In the songs we sing
In the ones we leave
We carry on
But no one is ever gone
No one is ever gone
No one is ever gone
In your hopes and dreams
In your memories
No one is ever gone
Thoughts of you bring me back
To times I thought we'd always have
Who knew the world could spin so fast?
I didn't
1.80 m era lo que medía mi papá en vida. Siempre me pareció más alto.... solía decir que Chabelo ya estaba viejo cuando salía en televisión; irónicamente, ambos mueren en 2023.
Tengo la edad de mi padre al convertirse en padre por primera vez (39 años). Mi hermana tiene la edad a la que nació la segunda hija (44 años), o sea, yo.
Mi papá se convirtió en abuelo a los 70 años por primera vez. Y la segunda a los 76 años. Mamá y mi hija tienen una diferencia de 60 años (nacieron el mismo día).
Hizo su primer vuelo a los 29 años. Fue mecánico, mecánico de aviación, contador privado y piloto privado y comercial también. Sabía inglés técnico (que hablando de aviación, mecánica, instrumentos de navegación y circuitos eléctricos, es OTRO nivel).
Un poco de miel no basta
el eclipse no fue parcial
y cegó nuestras miradas
te vi que llorabas
te vi que llorabas por él...
un sorbo de distracción
buscando descifrarnos
no hay nada mejor
no hay nada mejor que casa
té para tres
El sábado llegamos al servicio a las 9:00 AM, mamá, mi tía Mely y yo; al ingresar a la sala, las flores que nos habían hecho llegar el día anterior inundaban con su aroma el lugar. Era sutil.
Le preguntamos a la persona que nos condujo la sala algunos detalles de los tiempos, los horarios y de forma muy amable respondió a nuestras inquietudes. Reiteró su disposición para resolver cualquier duda. Le indicamos la disposición de los arreglos florales que no retiraríamos al terminar la ceremonia y se retiró.
Moví algunas sillas, nos sentamos a platicar. Hubo de mi parte cerca de 7 intentos de hacerme una trenza y fracasé por completo ante la rebeldía de mi cabello y la significativa pérdida de los mismos enredados entre mis dedos.
Desistí. Me senté en el piso en el espacio entre mi mamá y mi tía.
Me acerqué a verlo de nuevo, poniendo ambas palmas en el note de la ventanilla de cristal. Quise estudiarlo, buscar la cicatriz del lado izquierdo de su rostro de aquel accidente que casi lo deja sin ojo. Las arrugas disimulaban muy bien porque por más que lo intenté, no pude verla con claridad. Mi memoria dibujaba eso aunque no podía distinguirla con mi mirada. Traté de exhalar muy bajito "Unexpected, promises woven" y no pude. Las palabras salieron a menos de la mitad. Entendí que era un mal momento para cantar porque aunque esas líneas me tranquilizan, estaban tomando mucha fuerza adentro de mi pecho. Temblaba.
Empezó a llegar la gente. El primer visitante fue con mi mamá, su amigo el profe. Algunos minutos más tarde llegaron los compadres. Nos llevaron gorditas para que comiéramos algo. Agradecí el gesto de corazón. Hablé más con la comadre porque me compartió su experiencia de pérdida paterna dos años atrás y a pesar de que se veía algo inquieto, mi compadre me dedicaba algunas miradas silenciosas pero reconfortantes, su sonrisa era como recibir un apapacho. En medio de la plática, ofrecí disculpas para ver la hora porque no llegaban los demás. 10:46 AM.
Me quedé tiesa. Me cayó el veinte de que faltaban menos de diez minutos para que la misa empezara, sollozé. Me levanté a ver a través del cristal una vez más. Salí rápido de la sala, fui al baño a mojarme la cara.
Más gente había llegado a la sala, seguía sin ver al resto. Empecé a preocuparme por mi hermana. Sin embargo, sabía que estaba en buenas manos. Dayna e Isabel habían llegado, las saludé; mientras la abrazaba muy fuerte, le solté en un sollozo el oído a Dayna "ya casi se lo llevan, ya mero es hora".
Lupita Gutiérrez nos avisó que el padre ya había llegado.
Fui nuevamente a verlo. Empecé a repetir en mi cabeza como si fuera un mantra (nuevamente) los primeros versos de Unexpected de Hyde, sin abrir la boca, escuchando la melodía de memoria.
Fui casi corriendo al baño y cuando regresé todos los asistentes habían desalojado la sala. Estaban ya dentro de la capilla. Recogí mi bolsa y mi abrigo, me senté a ver como los empleados del recinto estaban preparando todo para trasladar el ataúd hacia la capilla. Observé en silencio sus maniobras, calculadas. Se comunicaban bajito pero firmes. Bajaron la ventanilla primero para cerrarla, movieron el ataúd a una base móvil, lo cubrieron con una tela aterciopelada en color vino con bordes dorados y colocaron nuevamente el arreglo floral que habían llevado Lupita y Víctor Gutiérrez.
Eran dos personas. Se dispusieron a salir de la sala, conduciendo la base con cuidado. Tomé una rosa blanca del arreglo floral que le hicieron llegar a mi hermana sus compañeros y amigos del trabajo. Salí caminando detrás del ataúd. Decidí hacerlo porque quería entrar detrás de él.
Hicimos una pausa fuera de la capilla por orden del padre. Roció el ataúd con agua bendita y recibieron la orden de entrar. Caminé detrás del ataúd hasta que encontré en la primera fila a mi tía y a mi mamá.
Las bancas estaban llenas. No quise en ningún momento del trayecto de caminar detrás de mi papá, desviar mi mirada para divisar a los asistentes, sin embargo, seguía sin ver a mi hermana.
La ceremonia transcurrió de forma muy natural, la sentí leve. Durante el acto de "dar la paz" tuve una duda muy profunda, después de que Isabel se acercó a abrazarme muy fuerte mientras me decía que mi papá ya estaba en la luz del amor de Dios, la externé a mi tía mientras nos abrazamos. Pregunté ¿cómo los judíos se despiden de sus personas amadas? Sentí a mi tía suspirar muy profundo y me contestó "ahorita te digo".
Después de que el padre mencionara que la partida del mundo terrenal de mi progenitor había sido en una época muy linda del calendario litúrgico, el inicio del adviento, habló de la luz. Del gozo divino de disfrutar de esa luz reconfortante y eterna que ofrece la versión de su salvador.
No me juzguen. Siempre cuestioné muchas cosas sobre la religión católica y sus fanáticos aleluyas (como solía llamarlos mi papá). Sin embargo me quedé con esto de la luz en la cabeza.
Terminó la ceremonia, el padre se retiró y mientras el chico encargado de entonar los cantos de acompañamiento sonaba de fondo, se escuchaban los murmullos de la gente que se dirigían a mi mamá y de la nada, vi caminar por mi lado izquierdo a mi hermana. Se acurrucó en el suelo aferrando su mano derecha a la base rodante de acero sobre la que estaba colocado el ataúd.
Un empleado del servicio pasó al frente y nos informó que nos dejaría nuevamente abierta la ventanilla para darnos unos minutos para poder despedirnos.
Caminé hacia mi hermana, me arrodille a su lado y la abracé mientras llorábamos, yo viéndola a ella con el corazón apachurrado. Me preguntó si traía mi celular. Afirmé. Me pidió por favor ponerle a mi papá Space Lion de Yoko Kanno. Asentí. Me levanté sin decir nada mientras la gente seguía acercándose a mi mamá y mi tía, algunos de nuestros amigos en común estaban cerca sin intervenir observando la escena. Tomé el celular, mientras caminaba de regreso a sonde estaba mi hermana, lo desbloquée y busqué la melodía. Le puse play y le entregué el teléfono subiendo todo el volumen, sin ser casi consciente de que el chico todavía seguía entonando un canto. Me dijo que ella ya no quería verlo.
Yo si me levanté porque dentro de mi cabeza, un telón pesado estaba empezando a descender lentamente sobre la escena y dije "necesito decirle adiós". Me levanté y volví a colocar nuevamente ambas palmas de mis manos de forma simultánea al borde del al ataúd a la altura de la ventanilla después de haber hecho la seña de presentar respetos frente a un capitán.
El saxofón de Space Lion inundó de repente la capilla, justo en el segundo exacto en que el intérprete había terminado su canción. Se me atoró un sollozo en el pecho. Dolió.
Esa fue la forma en la que empezó mi despedida. Se me doblaron las rodillas y temblé. Volví a verlo. Observé por última vez su cabello, sus cejas, la forma de sus ojos, sus pestañas, la forma de su nariz. La mueca de su boca. Una media sonrisa (más baja de su lado derecho) que me dio ese último aire apacible. Observé sus manos. Mientras hacía este examen visual, se acercó mi tía y empezó a decirme "Nosotros (los judíos) sólo agradecemos. Por la vida de la persona, por sus acciones, por haberlo conocido".
Se acercaron nuevamente a abrazarme Dayna, Nancy y Poncho, Jacob, Ángel. Mi compadre Mayito se arrodilló y abrazó muy fuerte a mi hermana rodeándola por la espalda mientras sujetaba mi mano izquierda muy fuerte y nos decía que coincidía en opinión con el padre, que él estaba seguro de que mi papá ya estaba en la luz del Señor. Que nos querían mucho y que estaban para lo que se necesitara.
Jacob me dijo que cuando termináramos nuestro momento privado, volvería para abrazarnos (insistió mucho en soltarlo todo porque nos estábamos conteniendo). No me quise poner a discutir con él.
Mientras yo estaba con Nancy y Poncho, vi entrar nuevamente al empleado del servicio. Tuve que decirle a mi hermana que era hora. Maní se levantó y justo cuando el muchacho iba a bajar la ventanilla del ataúd, ella puso ambas manos para tocarlo y lo vio por última vez. Empezó a llorar, la abracé por la espalda y la alejé del cajón para que el empleado pudiera hacer su trabajo...
Después de los coros de Mai Yamane difuminándose, pausé la reproducción a dos segundos de terminar. Levantamos a mi hermana entre Arturo y yo, y vimos a los empleados alejarse con el ataúd. Me quedé con ganas de salir caminando detrás de él para tener el cierre perfecto. No sucedió.
Después de verlos salir, volví a mirar a los amigos, que seguían esperando a que nos turnáramos para los abrazos de despedida. Dayna me dijo preocupada "ya te iba a ir a buscar, pensé que no ibas a entrar, hasta que te vi caminar detrás de él". Sonreí, chueco y sin ganas, como a veces hacia mi papá. Se despidió, esperando vernos antes de nuestra partida de la ciudad.
Poncho y Nancy me abrazaron entre loa dos al mismo tiempo, me reiteraron su apoyo, moral y Nancy dijo "con confianza Dianita, si necesitan dinero, ahí está el Poncho que tiene su aguinaldo"; nos reímos. Voltée a verlo y le dije "¿a poco no se escuchó bien épico?. Me dedicó una mirada de aprobación como diciendo "se la bañaron". Preguntó Nancy "oye, ¿y aquí uno se sale o vienen y lo sacan?". Le contesté "no sé, siempre espectador, nunca protagonista". Poncho puso de cara de trágarme tierra. Y nos reímos mientras Nancy me decía "mensa". Se despidieron después de que saludé brevemente a Fátima y Tabatha.
Paciente, Ángel esperó hasta el final para abrazarnos a mi hermana y a mi, extender nuevamente su apoyo moral y le agradecí por estar presente, por su amistad y su calidez humana. Se disculpó por la ausencia de Alicia.
Salimos de la capilla, y nos acompañó hasta el estacionamiento donde nos despidió con cariño, después de haber tomado algunas flores sueltas de los arreglos que dejamos en la sala.
Los arreglos florales que mamá eligió llevar a casa ya estaban en la cajuela del auto, las cajas de unicel con las gorditas que nos regalaron, los refrescos y todos los abrigos atiborrados.
Volvimos a casa...
Llegamos a la central camionera después de 12 horas de trayecto (empiezo a pensar que hasta parece a propósito que las 2 veces que he vuelto a Torreón con motivo de un fallecimiento sucede esto)...
Entramos a la ciudad por el lado donde se encuentra el aeropuerto. Empecé a tener un episodio de hiperventilar llorando mientras veía a través de la ventanilla, mi hermana sostuvo mi mano a manera de consuelo mientras los hangares salían de mi campo visual (cosa que sucedió en segundos pero se sintieron como una eternidad).
Mamá informó vía mensaje que el servicio en la funeraria era a partir de las 12:00 HRS, que nos fuéramos directo a la casa.
Descendimos del autobús mi hermana, mi tía, mi sobrina y yo, con las piernas un tanto engarrotadas y esperando más frío del que había en el ambiente. El sol era apapachador para ser diciembre lagunero.
Nos esperaba un amigo de mi hermana, nos presentó, (si bien la circunstancia no es muy afortunada, tener apoyo moral presente es crucial). Arturo. Y entonces nos dirijimos entonces a buscar el vehículo que rentó para ir a casa de mi mamá.
Llegamos en menos de cincos minutos, las distancias son muy cortas cuando te desplazas en auto en la Laguna. Nuestras vecinas de la esquina de toda la vida nos mandaron gorditas para desayunar.
Mamá salió de casa al escuchar el motor de un vehículo apagarse frente a la fachada. Nos abrazamos, tranquilas y dolientes. Bajamos maletas. En lo que el resto murmuraba algo a la distancia, entré por la cocina y caminé hacia la habitación vacía de mi papá.
El sol entrando por la ventana, la cama tendida y ningún rastro de desastre me dieron tranquilidad. Me senté sobre el buró que está justo al lado izquierdo de la cama y contemplé todo el unicel intacto que forra las paredes para aislar el frío de la habitación. Estuve viendo fijamente el rincón izquierdo de la habitación. Ese mismo rincón que me recordó mi última golpiza ya en edad universitaria, a los 19 años, donde me hicieron eco las fúricas palabras del occiso diciéndome que si se moría de un coraje, iba a ser mi culpa. Ese día evité mi propia muerte al no burlarme de esas palabras. Ha sido una de las cosas más sensatas que creo haber hecho hasta la fecha. Me quedé ahí algunos minutos y luego salí a ver que más teníamos que hacer, aparte de bajar maletas.
Mi hermana fue acompañada a recoger la comida. El resto empezamos a poner las cosas en la mesa para poder comer algo antes de salir.
Mamá nos dijo que había sucedido entonces: fue algo gradual en cuatro días. Empezó con molestias en el lado izquierdo del cuerpo a la altura del pecho y el hombro. El servicio de emergencias con atención a domicilio acudió y administraron algunos medicamentos.
Continuó con el dolor y las molestias, nuevamente acudió el servicio de emergencias; viendo la intervención anterior, no administraron ningún medicamento nuevo. El día siguiente no hubo gran mejoría y mi papá solicitó ir a urgencias en el seguro (cosa que si llamó nuestra atención ya que, él detestaba ir al médico y a dicha institución, proclamando desde que tengo memoria que "solo entraría ahí para morirse").
Fueron a urgencias, en lo que preguntaban los médicos que se había hecho durante la evolución del dolor, se dio toda información posible. Dice mi mamá que lo tenían en cama, no le permitían ponerse de pie para nada, y que en algún momento quiso ir al baño; mamá fue a conseguir un cómodo o algo por el estilo y escuchó un estruendo sordo cuando ella no estaba en la sala de urgencias; cuando llegó nuevamente a ella, lo vio desplomado en el suelo y a un montón de personal tratando de levantarlo para regresarlo a la cama. La sacaron de la sala...
Después de ese evento, habló con él. Mi papá preguntó que había pasado, no se acordaba de nada, volvía a preguntar que hacían ahí, que mejor se regresaran a la casa. Mamá lo convenció de permanecer ahí porque no había que administrarle en casa para el dolor.
Lo pasaron a la clínica de especialidades. Entre las conocidas de mi mamá (gran mayoría, trabajadoras jubiladas de dicha institución) y sus respectivos familiares o contactos, todo sucedió muy rápido (gracias a esa red de gente que ha conocido ido a mi mamá desde hace años por las clases de manualidades y que trabajaron ahí como enfermeras o trabajadoras sociales). Le hicieron un par de planteamientos a mi mamá sobre el tema médico, poniendo como dos escenarios hacer un cateterismo (que dada su edad no era muy recomendable) o intubarlo si caía en paro. Mamá manifestó no estar de acuerdo con intubarlo porque se le hacía muy invasivo, pero accedió si no había más alternativa.
Le solicitaron algunas cosas para llevarlas. Salió a conseguirlas y tratar de comer algo. Y cuando iba llegando a la casa, le marcaron para decirle que la estaban buscando. Los vecinos de en frente le hicieron el favor de llevarla a la clínica. En cuanto llegó, le dijeron que llevaban un rato buscándola. La pasaron a otra salita de espera donde le dieron la mala noticia. Entró en paro y no pudieron reanimarlo. Le preguntaron si quería verlo, y ella dijo que no. La dejaron con personal de la institución para llenar unos papeles y preguntar menesteres relacionados a si teníamos algún plan funerario o cosa por el estilo.
Le marcó a la vecina en sus cinco segundos de cordura y le pidió por favor que se regresara porque necesitaba los documentos de la funeraria, para ver si podían llevarla a casa a buscarlos y hacer el trámite correspondiente para que la clínica entregará el cuerpo al servicio funerario... los vecinos la esperaron afuera del edificio. Muy a su pesar, tuvo que reconocer el cuerpo y dijo que le costó un mundo dar como 5 pasos mientras la persona abría muy lento el cierre de la bolsa.
Mencionó que la expresión en el rostro de mi papá era muy apacible, cerró los ojos y dijo que si era él. La sacaron del área a donde tuvo que ir a hacer el reconocimiento. Después de escuchar esto, mi hermana se paró como zombie de la mesa del comedor y fue en automático a hacerse bolita a la cama de mi papá, llorando y diciéndome "sabía que tenía que haber dejado de escuchar esto hace un rato". Admitió el shock que le dio escuchar lo del reconocimiento; me dijo "no quería tener esa imagen en mi cabeza".
Desayunamos algo a prisa todos y salimos rumbo al servicio. Mi tía y mi mamá primero (se fueron con ayuda de la misma vecina que había acompañado a mi mamá el día anterior), para estar a las 12 en la funeraria... y después de un merecido regaderazo, nosotras 3 con Arturo. Me seguían llegando notificaciones de mensajes (publiqué sobre el servicio, horario y el domicilio justo cuando íbamos entrando a Gómez Palacio) de gente que estaba respondiendo al mismo.
Un mensaje privado de Olaff me llegó, preguntando donde estaba. Le dije que iba en camino. Fue la primer persona a la que vi desde que bajé del autobús y su abrazo me puso los pies en la tierra. Estaba sucediendo, era real y muy confuso. Nos despedimos después de una breve charla.
La siguiente persona que me interceptó fue Yesika.
Han sido las 6 horas más desquiciantes por el dolor de cabeza que tengo desde las 7:00 pm del día anterior. No he dormido, ni de cerca.
Me quité las botas porque me viene fastidiando mi pie izquierdo.
Me van y vienen las lagrimitas de cocodrilo. Sigo sin entender que algunas cosas avanzan en cámara lenta.
Ildefonso
Morales
Reza
The bells have rung, the time has come
I cannot find the words to say my last goodbye