La noticia de tu repentina partida me deja un hueco muy hondo en el corazón, porque no sólo fuimos compañeros un semestre de preparatoria, éramos amigos, de esos que a pesar del tiempo, la distancia y las circunstancias, estábamos para: escucharnos, hacernos el paro, ir a Torreón a bodas de tus amigos o de los míos, buscarnos trabajo, temer por el bienestar del otro ante la inseguridad nacional, cotorrear como si nada hubiera pasado.
Justo ayer que venía de regreso de casa de mi abuela, borré nuestra última conversación de whatsapp, donde me contabas que acababan de ejecutarse a tiros a un tipo de tu trabajo. Mencionaste que traías ganas (como en dos ocasiones previas) de venir a Guadalajara a buscar trabajo, a ver cómo estaban las oportunidades acá, y te dije que te estabas tardando.
Esta foto viene a mi cabeza cada que recuerdo la boda más divertida a la que fui, por la sencilla razón de que usaron la melodía de "abrir cualquier cofre" del Zelda, cuando aventaron la liga y el ramo de la novia, y atrapaste la liga (y no te la creías), aparte de que bailamos toda la noche y después nos quedamos como dos horas platicando afuera de mi casa cuando me llevaste de regreso. Recuerdo también que traía un moretón del tamaño de mi rodilla derecha porque días antes, me había golpeado con una tarima en un viaje de trabajo... ¡Fue hace unos siete u ocho años!
Me hiciste un pastel de cumpleaños (que en realidad fueron como tres según la carta adjunta, porque estabas aprendiendo a cocinar, uno quedó crudo y el otro se quemó), y se lo terminaron comiendo mi hermana y mi papá.
Me visitaste cuando estaba recién operada de los ojos, en casa de mi mamá, porque fuiste ese fin de semana de puente de visita a Torreón, después de ir a Laredo a comprar cosas para la siguiente navidad; me regalaste una taza que adoro, y ayer que la vi, justo después de leer la noticia, me puso justo en la sala de casa de mi madre, yo viéndote medio borroso y tu contándome que querías comprar pantallas para el "buen fin" y revenderlas en Torreón el siguiente año.
Ibas a verme en bicicleta, a veces llevabas a tu hermano pequeño, quien se desesperaba de vernos platicar tanto, mientras él quería correr y jugar.
Recuerdo el mensaje de voz que me enviaste cuando te dije que iba a ser mamá, pude escuchar tu alegría y asombro al mismo tiempo, deseándome lo mejor... fuiste de los pocos amigos a los que les dio esa clase de reacción.
Ibas a verme en bicicleta, a veces llevabas a tu hermano pequeño, quien se desesperaba de vernos platicar tanto, mientras él quería correr y jugar.
Recuerdo el mensaje de voz que me enviaste cuando te dije que iba a ser mamá, pude escuchar tu alegría y asombro al mismo tiempo, deseándome lo mejor... fuiste de los pocos amigos a los que les dio esa clase de reacción.
Esta mañana, un colibrí se paró en el marco de la ventana de la oficina en mi trabajo; escuché sus ruiditos característicos y me asomé, lo vi volar justo cuando presté atención suficiente para darme cuenta que estaba allí... sé que creías firmemente en las tradiciones y leyendas de nuestros ancestros prehispánicos así que, probablemente vino a decirme que estás bien.
Hasta siempre, mi querido amigo Shinji (nos vemos en las estrellas)...
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