Siempre he tenido una extraña predilección al escoger determinadas prendas de vestir y/o accesorios, según la ocasión: bodas, fiestas, salidas al cafecito con amistades, ropa ligera para viajar, zapatos o tenis determinados...
En días pasados, recordé mi atuendo completo (con todo y detalles) de ciertos eventos que han marcado mi historia. Incluso, al evocar dichas memorias, hubo otros detalles no en torno a la ropa, sino a lo que sucedió en dicha ocasión, y cuyo detonante fue un simple recuerdo, una fecha significativa.
Tal vez la seguridad o determinación que muestro ante la vida se debe mucho a la ropa que elegí ponerme ese día, o a que estaba pensada para ese fin en específico. Igual sucede con los colores; le perdí el miedo a usar determinados tonos que hace unos 20 años ni en sueños me hubiera atrevido a pensar en adquirir (abarcando desde el espectro del calzado y los esmaltes para uñas, hasta la ropa interior).
Hay prendas que ya no conservo por diversas razones: ya no me gusta, ya no me queda, no me lo pongo, me lo regalaron y no me gustó, nunca me quedó y no lo mandé a arreglar, se rompió hasta que no dio más de si. Y paulatinamente, me he ido deshaciendo, a lo largo de los años, de dichas cosas que ya no quería conservar por malos recuerdos, o por otros motivos (como los arriba mencionados).
Es difícil despedirse de una prenda que significa tanto, por el esfuerzo que requirió para su compra , o porque es un apego sentimental; otras tantas veces es mucho más sencillo. Otras veces me da coraje tener ropa que adoro y que ya no me queda, debido a la metamorfosis que mi cuerpo ha sufrido últimamente (sobre todo, después del embarazo y el puerperio, así como el practicar roller derby de manera más constante), y lo que me falta.
Siempre habrá retratos en mi memoria de determinados momentos enmarcados por la ropa, recuerdos que me hacen sonreír, y detalles que a través de un color, una prenda, una palabra, una canción, se me vendrán a la cabeza cuando los evoque nuevamente a través de otras conexiones cuando no pueda obligarme a desatar todo de un jalón... y también algunas veces me van a hacer llorar.
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