En esta última visita a mi tierra natal, elegí sabiamente a quien ver (y a quién no), para ponernos al corriente con nuestras interminables pláticas y anécdotas.
Cada vez me cuesta menos pensar a quien voy a dedicarle tiempo en mi siempre corta estancia en la Laguna; no sé si es porque ya no estoy para quebrarme la cabezota quedando bien o procurando a los amigos (porque la comunicación debería de fluir en ambas direcciones, no sólo el interés debe salir de mi parte) o porque cada vez me alejo un poco más de algunas personas. Tal vez una mezcla de ambas cosas.
Sentí que me hizo falta hacer un par de actividades extras, pero ya con una pequeña, se complican los traslados, las estancias, las comidas...
Me fue muy grato ver a mis amistades, aunque fuera un ratito.
Recargué pilas emocionales, eché otros dos kilos de la carga mental a la basura, abracé, escuché, alenté, me cuestioné, me desilusioné, lloré, extrañé, reí, me disculpé, me escondí, me desvelé, me dio insomnio las tres noches seguidas a las 3:00 AM...
Espero poder volver con más tiempo para ver a quien en esta ocasión no fue posible.
Y espero comerme ese elote que todavía está en deuda.
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