you know what you need
you need what you need
(as far as I can see)
even if you don't know what you really need ¬¬
Ayer sentada en un sillón con funda de vinil en color chocolate amargo, un litro de espumoso té chai y un delicioso baguette de salami con mucho queso coquetamente adornado con paprika sobre el plato de cerámica blanca que lo sostenía y traía consigo además una buena dosis de patatas fritas, recordé mi época de 16...
no fueron dulces 16, hubo muchos tragos amargos en ese trayecto, pero en particular mencionaré un hecho que es ilustrado (en mayor o menor medida) por la imagen que encabeza este escrito: deambulando entre los altibajos de nuestra decepcionante
vida amorosa del momento, Nancy y yo planeamos vivir en una casa: dos cuartos, un baño, sala, comedor de cristal con sillas de estructura negras, con una mascota, el refrigerador con bolsas de papas fritas congeladas, la alacena rellena de botellas de aceite, catsup y mayonesa y el grandioso sillón rojo donde nos aplastaríamos a engullir las papas fritas grasientas rebosando en catsup y mayonesa...
Hice un boceto de ese lugar imaginario que velaría nuestros sueños y guardaría
celosamente las historias enmarcadas por el colesterol, de hecho, se supone que Nancy lo conserva...
Curiosamente, me escribió hace poco pidiéndome que le tomara fotos a mi nuevo hogar para que lo viera, y cámara en mano, dispuesta a llevar a cabo la tarea me di cuenta de la coincidencia...
Sin creerlo y sin quererlo, ese comedor me dio un zape en la cabeza y me hizo recordar mi idea desesperada por establecerme en un lugar propio, donde no tuviera que esconder mis penas, donde estuviera en paz y a gusto; y me reí, para mis adentros, de que sólo me faltaba para completar ese boceto con mobiliario real, ese aclamado sillón rojo...
La diferencia es clara: mi vida no es tan miserable como imaginé que seguiría siendo (en el terreno amoroso) cuando viviera en esa casa que se me ocurrió alguna vez