Después de seis meses aproximadamente estaba de vuelta con mi doctora, quien me preguntó como estaba todo desde la última visita, como hemos lidiado con el trabajo, la niña y su educación (así como la guardería) y la situación pandémica en general en casa y fuera de ella.
Me preguntó si ya estaba patinando de nuevo (cosa que me puso medio triste porque tengo como dos meses planeando comprarme unas ruedas para calle, pero llego tan harta y tan cansada que no me lo he tomado en serio, a pesar de recibir una oferta muy tentadora a pocos metros de mi casa). Respondí negativamente ya que ni en grupo ni en solitario se ha dado.
La charla fluía como siempre, de manera rápida de ambas partes. Hasta que me revisó y el diagnóstico no me gustó del todo: tus defensas están MUY bajas (risita amarga de mi parte con cara de "pues, desde octubre la verdad"); ¿tratamiento? abstinencia y volver a intervención a principios del siguiente mes. Salí de mi consulta con el ego un poco golpeado: hay rastros de mis pasado (de nuevo) amenazando con volver. Pinches virus... los odio.
Fui al Superama que estaba a un par de cuadras del consultorio con toda la intención de comprar algún aliciente comestible que me ayudara a volver a casa menos hecha pomada física y emocionalmente; terminé con dos cajas de té (un matcha que me salió en un ojo de la cara y una infusión frutal con coco, y una bolsa de pan árabe para cenarme unas quesadillas, para el corazón).
Lo que me mantuvo un poco cuerda y evitó que estallara en llanto durante el largo (y tedioso) periodo de espera del autobús y el camino a casa fue un comentario certero que me hizo la doctora: tu deberías andar ya en patines con tus shortcitos enseñando ese tatuaje. Está muy bonito.
Mis Hydeistas también manifestaron todo su apoyo emocional y moral cuando les dije como e había ido. Realmente, ese pequeño círculo de mujeres me ha mantenido muerta de risa y muy en sintonía con el mundo en esta etapa tan pandémicamente extraña. Las adoro.
I must need to try my focus on