Pues, como siempre, cansada de hacer planes ya que nada nunca sale como yo quiero / espero / deseo, me puse desde enero a planear las vacaciones que suspendimos hace unos 7 años. Esta resuelta a lograrlo porque no se cumplen 35 años todos los días, y si pensaba volarme la barda con el tema.
Así que pasé la semana del 11 al 16 de marzo tirada como iguana tomando el sol en las tranquilas y blancas arenas de la playa en Cancún; me dediqué a sacarle todo el jugo que se podía al paquete de todo incluido, comiendo como nunca y de todo lo que se me atravesaba (que sonara delicioso).
A Iris no le gustó la sensación de las olas arrastrando agua y arena en sus pies, pero si jugó un rato cerca del mar (ya luego no quería salir de la alberca).
Intentaron vendernos una membresía de club de playa (como si vacacionáramos muy seguido o en este tipo de establecimientos) y nos robaron prácticamente toda la mañana del sábado; nos dieron un cupón para masajes a pie de playa con un descuento en el costo, una botella de licor de café como obsequio (era eso o tequila, y a veces me pregunto porque no lo agarré), y otro cupón por una fotografía gratis.
El masaje me lo pagó Pako (de cumpleaños), y, francamente, si estuvo excelso. Si tuve pastel y toda la cosa, bueno, varios postres porque, como siempre, sólo me pasa que lo que escojo para comer o beber o de la carta es lo que no hay en el lugar al que voy U.U así que tuve un cheesecake, un tiramisú y unos bocados de pudín de chocolate que estaban irresistibles.
Ciertamente pocas veces agarré mi celular (excepto la noche del día de mi cumpleaños, porque se me espantó el sueño terriblemente, y, para no prender la televisión, me puse a contestar amablemente todos los mensajes de felicitación que recibí, uno por uno, hasta que terminé, y, como seguía en vela, de pura casualidad me topé en línea a un amigo que estaba trabajando en España en ese momento, y nos dedicamos a charlar por casi dos horas.
Felices 35 años a mi...