De manera sorprendente, esta semana un amigo que ya no trabaja conmigo y que tampoco traía celular me contacta, me pregunta como están las cosas en mi vida laboral y de manera personal, me pregunta por mi maternidad.
Me dio mucho gusto saludarlo y saber que está trabajando y al parecer, está estable económicamente hablando, ya que también es padre de un pequeñito, como 6 meses menor que mi hija.
Lo que me sacó de onda es su actitud hacia su hijo (que igual a mi que fregados me importa cómo lo críe y cómo lo trate no es mi chamaco a final de cuentas, pero si sentí muy feo al leer sus comentarios de padre); sé que dicen por ahí que "los hijos son como los pedos, nomás uno aguanta los suyos" pero, de ser seco y sangrón a doblar las manos y cambiar por no replicar las formas de educación que a uno le tocaron, hay una abismal diferencia desde mi perspectiva.
La típica: muchos de mi generación (hombres y mujeres), sin importar condición social o económica, fuimos criados con golpes, gritos y hasta chantaje psicológico. Normalizamos la violencia, y en el caso de los que ya somos padres, más de alguno hemos dicho "yo no quiero hacer eso con mis hijos". Uno se esfuerza, de verdad, lee artículos sobre crianza y movimiento libre, sobre lactancia, sobre como educar a un niño sin decirle "no", etc.
Siendo más joven que yo por diez años, me sorprendió mi amigo diciéndome "eso no me cambia sólo porque sea mi hijo"; digo, yo sé que cada persona tiene sus usos, costumbre y problemas, y francamente hay días en que nuestros hijos no están en la mejor disposición de obedecernos, o están insoportables por algún motivo, y sólo quieren que los carguemos, apapachemos, y nos dejan los pelos de punta, porque también nosotros como adultos, no les tenemos paciencia o tuvimos un día fatal en el trabajo o trayecto, en fin, las combinaciones y posibilidades son infinitas.
Traté de ponerle a mi amigo la cosa a manera de lección y decirle "ser padre o te cambia la vida o te vale un reverendo cacahuate"; traducción: te interesa o no involucrarte en cómo criarlos para precisamente, no repetir lo que no te gustó que hicieron contigo. Es difícil, no lo niego, pero hay que tener un poquito de sentido común, y no piedras en el corazón como mi amigo, que se mostraba inflexible ante ciertas preguntas que le hice respecto a su paternidad. Casi que me dijo "soy papá porque mi esposa estaba aferrada a tener hijos", y de verdad sentí un hueco en la garganta y pensé "pobre de su hijo, va a buscar aprobación y despertarle el interés a su propio papá toda la vida".
Se me quedó atorado ese trago tan amargo que tenía que sacarlo de alguna forma. De verdad sentí muy feo por el pobre niño, o sea, ni el año tiene y a ratos le hace caso y a ratos no su propio papá... eso pasaba en los tiempos de mis abuelos, donde casi que el padre era la figura ausente por trabajo o por cabrón (si, también eso era muy común y aceptado socialmente), mientras la madre tenía que estar para los hijos, la casa, y las que trabajaban, pues hacían que parte de sus labores recayeran en sus hijos o hijas mayores, al cuidar de sus hermanos pequeños. Salvedades como hijos criados por tíos, o abuelos por ausencia de sus padres, pero en pleno 2017 que me saliera con eso mi amigo, si fue motivo personal para cuestionarme su amistad, y mejor dejarlo pasar de largo (no sé, sigo pensando que el tipo está mal respecto a como trata a su hijo, pero como dije al principio, no es mío, pobrecito chiquillo, y nada más).
No se trata de ser padre o madre sólo porque la pareja anhela; si uno no lo planea pero acepta la responsabilidad que ello implica, también hay que saber dónde y con quién dar el brazo a torcer, y, sobre todo, tener corazón.