Cada 5 de enero estoy en una circunstancia emocional diferente, sin embargo hay una constante, al menos, en los últimos 7 años (de los 11 que llevo en Guadalajara): tengo trabajo, este trabajo.
Es un día que, remarco en mi calendario personal, ya que no es fácil completar un ciclo laboral, a veces los odio y a veces los amo (a mis incondicionales, a mis compañeros, a mis ahijados, a mis dependientes directos, mis proyectos inconclusos, mis proyectos personales, los problemas diarios, las piezas de repetición, los clientes viejos, las piezas y desarrollos nuevos, a mis jefes, mi vida privada, el clima, las obras de la ciudad que dificultan o facilitan mi trayecto de ida y vuelta al sitio laboral...), sin embargo celebro el hecho de seguir en pie, por más rota y descosida que haya estado, por más indiferente, por más feliz o deprimida que haya llegado a trabajar, por más inestable emocional o económicamente que me haya despertado, por más o menos horas de sueño que haya podido descansar o acumular.
Este lugar me ha visto crecer y me ha transformado así como yo lo he visto hacer lo propio: derribar paredes, sacar maquinaria obsoleta, introducir tecnología de punta, contratar y despedir personal, prescindir de métodos poco eficaces y probar nuevos inventos y mexicanadas una y otra vez.
Llegué sola y agotando mis últimas reservas monetarias, soltera, deprimida, recién operada de la vista, vacía del tema en metal mecánica (junto con mi alacena, mi cartera, mi cabeza, mi corazón) pero con una cabeza muy abierta y receptiva a engullir conocimiento, manejar un perfil bajo para aprender, hacer uso (y demostración) de mi cabeza y de sus, hasta entonces conocidos límites.
Este lugar, sus circunstancias, su gente, sus ideas, han sido partícipes en mi reconciliación personal, de salud mental y física, de pareja, de la búsqueda de nuevas aventuras personales, me ha dejado amistades y aliados (dentro y fuera del mismo), me ha hecho viajar, me ha visto llorar (muuuucho) y me ha visto reírme a carcajadas y ser muy irónica también. Me regala ciclos continuamente y me obliga a exportar e importar conceptos de otras cosas que hago en la vida y aplicarlos aquí, y viceversa.
No es mágico, pero siento que llegó a mi vida en el justo momento en que debía...