Sucedió el miércoles 27 de noviembre del presente año, llovió durante todo el día (estaba nublado, obscuro y frío); por más que intenté utilizar el servicio de transporte privado para trasladarme con mi pequeña hija al recogerla de la guardería, nunca pude establecer conexión con internet. Así que ahí estaba un grupo grande de gente igual que yo, con frío y esperando el autobús para ir a casa, después de una jornada de trabajo.
Y después de un regreso en falso a pedir prestado el baño de la guardería por parte de mi pequeña, por fin pasó la ruta que nos deja en casa; más o menos a la mitad del trayecto se sube un chico con su guitarra, y empieza a entonar "sabor a mi", "can't take my eyes of you" y otras dos canciones más que no reconocía; hasta eso, tocaba chido y cantaba bastante afinado (sus arreglos a las canciones me gustaron) y le dije a mi hija "vamos a darle al chico una moneda", la cual saqué de mi cartera y me dispuse a esperar la pausa entre canciones o la despedida que acostumbran hacer estos artistas (lo que sucediera primero).
De repente, sentí ese hueco en el corazón que tuve en el 2011: cuando yo comía por medio del mismo espectáculo (proporcionado al público de las rutas 186 y 187 por Pako) y donde no hubo regalos esa navidad... y comencé a llorar. Mi hija de dos años me miraba y no entendía porque su madre no podía dejar de esbozar lágrimas sin esfuerzo y me preguntó en su inocencia "mamá, etás llorando?".
Mi parada se anticipó, justo cuando le entregué la moneda al chico y él empezaba a despedirse diciendo que era de Nayarit, mientras yo descendí cargando a mi hija y recordé que en una navidad posterior a esa agridulce y espantosa emocionalmente (para mi) época de desempleo yo dije que no quería regalos, que estaba bien, que no me faltaba nada.
Y vuelvo a estar en ésta última postura: no tengo en la cabeza un regalo que quiera obtener o pedir, no sé, siento que estoy como en equilibro entre lo que puedo comprarme solita sin pretextos, lo que es necesario y lo que no es imprescindible para la época navideña. Me gusta no querer algo, me siento bien de no necesitar y contar los centavos...