Desde hace varios cumpleaños (propios o ajenos) y en general de festividades, he notado que en vez de causarme ilusión, alegría o esperanzarme a recibir cierto regalo o felicitaciones de mis amigos que están lejos, me provoca una tensión tremenda.
Si es de alguien más: el estrés de ponernos de acuerdo con la organización (quién compra o trae tal cosa, cuando decoramos, etc.), el lugar, preguntar a la discreta si quiere pastel, gelatina o una buena peda... o si no quiere regalo, a dónde podemos ir de paseo, o a comer, o cenar, o qué quiere simplemente.
Mi cumpleaños número 32 me pasó totalmente sin importancia. ¿El motivo? estaba a menos de un mes de convertirme en madre, estaba gorda, triste y deprimida por detalles en mi relación de pareja, apática con toda la gente que se quiso acercar y si se los dejé en claro cada que alguien se atrevía a preguntar "¿qué quieres de regalo?". Yo respondía con un seco "nada, y no quiero hacer nada". Fue un domingo y francamente estuve como ballena encallada viendo televisión y durmiéndome a ratos (como es mi costumbre) por la terrible depresión que estaba compartiendo mi estado de gestación en ese instante. De verdad no estaba de humor para andar agradeciendo por las felicitaciones ni por educación. quería estar metida en el centro de la tierra, lejos de todos y olvidarme de mi tristeza un instante.
Dejé de ser tan atenta y detallista debido a ciertas malas jugadas de la gente para quienes (en algún momento) hice un regalo de cumpleaños y ni siquiera lo valoraron; sé que está mal generalizar, pero a una también se le van muriendo las ganas de hacer las cosas porque siente que su tiempo / dinero / esfuerzo no es tomado en cuenta. Con la gente que de verdad lo aprecia, si pongo todo el corazón, y el bolsillo, y lo que haga falta.
Ignoro si mi sentimiento de tensión desaparecerá o se incrementará con el tiempo.