Wednesday, March 11, 2009

Hoy en la cocina: mi contraparte

El mismo nombre, el mismo mes, la misma edad...
¿Coincidencia? ¿Casualidad?

Comenzó en realidad por casualidad ya que éramos las dos más altas y por ende, las de atrás de la
fila; nos tocó estar sentadas una frente a la otra en el salón por algún criterio logístico que
ignoraremos por siempre, pero que nos favoreció el hecho de platicar cada que se podía en clases,
y ver que en efecto, ninguna de las dos pertenecía a ese ambiente hostil, cerrado mentalmente,
arcaico y lleno de cuchilladas por la espalda entre las supuestas "amigas" de toda la vida del salón.

Nuestra mutua afición por el anime, nos llevó a las expos, a la tienda de "Flanders" y a terminar
hablando de ello o de los Simpson en cada receso al ignorar las sosas pláticas intrascendentes del
resto de las tipas con las que nos sentábamos por "hacer bulto" ya que en realidad, ni eran sus
amigas (y mucho menos eran las mías), ya que yo siempre me sentí harina de otro costal debido a
tener historia en otro lado, pero con ella, había un nexo especial, ella si era considerada por mi
cabeza como una amiga, no como decir "ah me cae bien porque piensa lo mismo que yo respecto a
equis cosa", no, ella estaba teniendo un lugar dentro de mi cabeza como mi amiga, como la que me
hacía un dos en las loqueras de mi edad de la tiznada, la que se reía a madres y se burlaba de mis
comentarios (hacia terceras personas claro), la que casi me mata de la risa en la iglesia diciéndome
"momento", a la que le daba igual la religión que las materias...

Las largas caminatas nunca fueron lo suyo (y hasta la fecha) pero ahí andaba conmigo, cruzando
Torreón Jardín, en medio de la lluvia, vagando por el centro, siendo cómplices de delincuencia
adolescente xD en colores tornasol; el ser poetas se nos llegó a dar con facilidad a los 14 más o
menos (ah, "la Casa del Sargento" nunca volvió a ser la misma...).  

Tal vez estaba escrito en alguna parte que yo debía conocer a esa mujer (y me alegra que después
de tantos años sigamos en pie la una al lado de la otra para jalarnos las orejas cuando la regamos
monumentalmente, y nos demos apoyo moral cuando se requiere).
A lo largo de estos años sigue siendo fanática del Pumas, del color rosa, de Hello Kitty, de la música
en inglés, Bon Jovi, de comprar un montón de cosas que jamás terminará de usar, de los gatos, y de
la firme idea de salir del agujero de país donde nos tocó estar.

Entre la escuela jesuita de diseño, la secundaria de monjas, el "estoy contigo, pero ando en realidad
en otro lado", la distancia de la preparatoria, los cumpleaños, el extinto Arrabal, el Tumbao, las
noches cubanas y las películas raras, están entretejidas las más disparatadas historias, los
comentarios más atinados (y desatinados) y el latente deseo de romperle las piernas a algún
"culpable" con un bat chafa o prenderle fuego en el mejor de los casos...

Quien me aguanta con mis dramas asquerosos, quien me aterriza de modo poco cauteloso, quien
no llora (y cuándo lo hace, me tendrá de su fiel escudero para ir a romperle el hocico a quien haga
falta).

A quien puedo contactar a pesar del tiempo y la distancia, y platicar como si nada.
A quien puedo decirle tal cual como me siento y no hace falta que me vea la cara.
A quien le hice caras de "no me agrada" en más de una ocasión.
Por quien me meto completa al fuego, con tal de sacarla a ella viva y bien.
Ella, quien fue mi primer huésped en esta húmeda y lejana ciudad en mi pseudo independencia.
Ella, quien está en los mejores y peores momentos de mi existencia, aparece cuando no la llamo y desaparece cuando más la necesito.
A ella, a quién recuerdo cada que veo comida deliciosa, color de rosa.

Ella, mi tocaya: Diana Claudia Pacheco Martínez.

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